5/1/18

¡Mamá, me llevó el lobby de la baja autoestima!

Nunca me atreví a decir esto porque siempre sentí que al menos el problema del físico era un tema que para los demás era superable. La respuesta ante confesar que tenía kilos demás, que me costaba mirarme al espejo o que sentía que con nada me veía bien, era y sigue siendo siempre la misma: haz ejercicio, come más sano, proponte metas. Un error, pienso hoy, porque no había nada peor que darse cuenta que tal vez el problema eras tú respecto a tu cuerpo y que en realidad estaba sufriendo porque yo misma no me había cuidado o simplemente no había una voluntad detrás que me dijera: vamos a adelgazar. Y pues, tras mucho reflexionar, me di cuenta de que no importa cuánto tiempo podía estar haciendo dieta o yendo al gimnasio. Era verdad que mi vida se alivianaba, me sentía con más energía e incluso dormía súper bien. El problema surgía cuando me daba cuenta de que, aunque el número en la pesa iba descendiendo, yo me seguía sintiendo gorda. Aunque la ropa que antes me quedaba más apretada, ahora me quedase suelta, esa especie de trauma que tenía con mi cuerpo simplemente no desaparecía y noté que el problema era mucho más complicado de lo que yo pensaba, y obviamente el resto pensaba. Escuchar que estaba más delgada no me provocaba nada más que dudar de mí misma y cuestionarme si realmente eso era lo que necesitaba.

Entonces, decidí atreverme a escribir esto porque es momento de decir: chiquillas, yo también sufro problemas de inseguridad, pero con mi cuerpo.

11/9/17

El sentimiento de escribir

Yo creo que la peor crisis que puede tener una persona que le gusta escribir no es particularmente quedarse sin algo de lo cual escribir. Simplemente es no tener nada realmente interesante que escribir. Las experiencias de por sí hacen que contar una historia sea más fácil que solo inventarla y se lea también así más genuina. La gran crisis es que luego de mucho pensarlo, me di cuenta de que realmente no hay mucho que tenga para contar o quizá lo que alguna vez tuve para contar se perdió en una conversación con alguien o, simplemente perdió esa importancia que lo hacía un suceso realmente interesante, al menos para mí. Y de algún modo así, también para relatarlo. 

9/6/17

Todo lo malo tiene su todo bueno

Este año he escrito muy poco en el blog y cada día que pasa he tenido presente la idea de poder dedicarle una entrada nueva. Resulta que el tema de ésta no tiene absolutamente nada nuevo, no hablaré de alguna anécdota o de algo lindo que ha ocurrido estos meses porque todo lo agradable que me ha sucedido prefiero dejarlo atesorado en una parte de mi mente y de mi corazón. Creo que las generaciones modernas ya no podemos vivir instancias de felicidad sin tener que compartirlas abiertamente en nuestras redes sociales. Es casi como si aquella emoción tuviese que ser validada y apreciada virtualmente para poder existir realmente, aunque en mi caso las cosas han ido paulatinamente cambiando. 

23/3/17

Todo es un proceso

Ya había pasado un tiempo sin escribir nada. Bastante, diría yo. Desde el término de año y las pseudo vacaciones que tuve han pasado un millón de cosas. Ha pasado tanto que me demoraría horas en relatarlo todo con lujo y detalle. Solo puedo decir que todo estuvo muy concentrado los últimos par de meses y me ha generado alguno que otro malestar, llegando a afectarme físicamente. Nunca pensé que la universidad podría de verdad consumir parte de mi vida y volverse tan importante en cierto punto. Me descuidé, en varios sentidos a decir verdad. Mi inspiración estuvo nula y solo aproveché el tiempo libre para poder descansar. Aunque ese descansar no fue absoluto, y ahora dudo de si fue realmente descansar porque no se sintió para nada así. 

26/12/16

Los viejos finales y los nuevos empezares

Probablemente la Navidad es la época que más espero durante todo el año. De alguna forma, cuando las fechas suelen acercarse, el aroma de cada día cambia hasta la llegada de Noche Buena. No sé si será el pan de Pascua, el arbolito, quizá la cola de mono o los preparativos. Solo sé que la Navidad llega y de pronto todo parece más cálido para el corazoncito.

O al menos así me resulta a mí.

15/12/16

Enredo

Me  duele y emociona tu retórica, cuando me aclamas la dueña de la iluminación de tu cielo nocturno y me nombras sereno ante la vista humana que te brinda el disfraz de mi alma. Hay algo en esos ojos ennegrecidos que esconden tu pupila. Es como un abismo eterno, absorbente como un agujero galáctico y tan espeso como un océano de sangre oxidada. Estoy perdida, pienso. Estoy perdida en un bosque eterno y lleno de oscuridad, donde no existe nadie más. Escucho susurros entre el canto melancólico del viento rozar con las hojas. Los árboles bailan y lloran. Tu mente también lo hace. Mi mente también lo hace. Sus mentes lo hacen. Caminar o correr, intentando encontrar un camino, puede resultar difícil cuando la Luna es perpetua en este lugar. La oscuridad en esos ojos y en ese corazón a punto de reventar me dicen que no hay nada más que hacer, que la única forma de iluminar el camino es con la mirada interminable de aquel astro madre. Y aún así la iluminación es vaga y yo algo ciega. Y él algo ciego. Y ellos algo ciegos. Y nosotros algo ciegos. Aunque hubiese la suficiente luz, no hay manera alguna de salir de una eternidad. No puedo decodificar esa sonrisa dolorosa cada vez que me hablas. Que lo hablas. Que la hablas. Que nos hablas. Me ocultas entonces entre esas cuencas ojerosas e irradias un cansancio que sin buscarlo discute con mi cansancio. Es como si aquellas entidades inmateriales se ahorcasen una a la otra mientras se besan. La soledad me abriga. La compañía de ella es más honesta. O en realidad engañosa. ¿Y ellos? Ellos no. Ni nadie. Ni yo misma estoy conmigo. Cree que está con él. No está con él mismo. La soledad es una pareja eterna. Lo besa. Me besa.  Veo que lo besa. ¿Por qué lo besa? Estoy en una esquina y nuestras miradas tropiezan. La aparto. ¡Me aparta! Se apartan. Él deja de abrazarla. Dejo de abrazarla. Deja de abrazarme. ¡Es tan ridículo! Pero estoy acariciando tu brazo. Acaricia mi brazo. Veo que él le acaricia el brazo a ella. Y sonríe. Una sonrisa burlona, divertida, que esconde pensamientos, sentimientos y un montón de mientos diversos. Siento una conexión. Siente una conexión. Sienten ambos una conexión. ¡Vaya sincronía perfecta! Es fácil no decir nada y al mismo tiempo decir mucho. Porque el silencio habla por mí. El silencio habla por él. El silencio habla por ella. Me siento solo, se dice para él mismo. Me siento solo. Me siento tan solo. Y se ríe. No sé de si su miseria, de si su conformismo o porque le ha nacido reírse. Solo se ríe. Ríe tan fuerte que a ratos lo confundo con llanto. Llevamos tanto tiempo coincidiendo en dimensiones distintas que francamente toparnos en la misma hará que el mundo esté de cabeza. Ya estamos de cabeza, mi amor, no se puede estarlo dos veces una sola vez. Estamos tan de cabeza, que nos ha crecido el cabello y, a medida que se expande el universo, todo se ha vuelto un ovillo de enredos.